sábado, 7 de agosto de 2010

orden


Algunos prefieren llamarlo Sistema como manera de organizar el poder dentro de la sociedad para conseguir la propia perpetuidad del poder organizado, lo que pasa indefectiblemente por transitar desde ciudadanos -suponiendo que hubieran existido- a súbditos, y eso ha de conseguirse sin que se den demasiada cuenta, para lo cual el recurso a las palabras y a la adoctrinación se convierte en mecanismo imprescindible. Cuando el poder descubrió la adoctrinación se convirtió en sistema. Por ello existe una trilogía definida como poder político, financiero y mediático, como instrumentos al servicio de la dominación, esencial al concepto de Orden Social.
Tanto monta el nombre porque la idea sigue siendo la misma: una especie de magma invisible que nos atrapa e hipnotiza sin posibilidad aparente de escapar a su hechizo. Los hinduistas lo llaman Maya, pero también podríamos llamarlo sociedad, cultura o geist, siguiendo las tesis hegelianas. Lo importante es que existe y lo experimentamos, aunque no todos somos conscientes de su importancia.
El Orden Social está determinado por unas circunstancias históricas y unas normas que regulan tales circunstancias. Este ordenamiento regula las diferencias que innatamente corresponden al ser humano y que a lo largo de toda su historia ha mantenido en constante tensión las fuerzas de cohesión e inconsistencia que se han forjado en todas direcciones. El ser humano ha racionalizado sus diferencias y las ha ordenado en diferentes estratos según las características que puedan mencionarse, ya sea por motivo de edad, de género, de clase, de raza, de formación, de posesión material, etc. La evolución de esta tendencia se ha establecido en torno a la ordenación de la vida privada y la posesión de la propiedad en continuo contraste con los lugares comunes y los ámbitos que afectaban a todos por igual. Este proceso creó una gran desigualdad de la que ya Rousseau se cuestionaba con una pregunta, haciendo alusión a la inscripción del templo de Delfos: “¿cómo conocer el origen de la desigualdad entre los hombres si no se empieza por conocer a los hombres mismos?”
Al hablar de Orden Social nos referimos a un todo que algunos, según la visión, podrán entenderlo como un todo absoluto o simplemente como la suma de sus partes. Articulación, compenetración funcional o incluso solidaridad serán vocablos recurrentes a la hora de describir el Orden Social, pero también adoctrinamiento, alineación y explotación. La idea de un conjunto o grupos de sistemas interfiere ante la perspectiva de una realidad compuesta de miembros. La Gestalt decía eso tan famoso de que “la Estructura es más que la suma de las partes”, o lo que es lo mismo: “el sistema de acciones es más que el agregado”. Para algunos, lo grave sería entender la Estructura como un todo holístico en el que se pierda la noción de relación entre sus elementos, absorbiendo inclusive a aquellos que rechazan la Estructura y sus formas. Como nos dice Ferrater Mora en un artículo dedicado a la Estructura, “las Estructuras son inaccesibles a la observación y a descripciones observacionales. Por otro lado, no son resultados de ninguna inducción generalizadora. Por este motivo se ha alegado a veces que, propiamente hablando, no hay Estructuras. En alguna medida, no las hay, por lo menos en el sentido en que hay objetos o propiedades de objetos. Las Estructuras no son, por tanto, equiparables a realidades últimas, de carácter metafísico. Son, metodológicamente hablando, principio de explicación, y, antológicamente hablando, formas según las cuales se articulan las realidades” . Ese es precisamente el rasgo que caracteriza al Orden Social, su invisibilidad, su aparente inexistencia en pro a un Orden establecido que todo lo gobierna desde una transparente e inaccesible pantalla universal. Esa sutileza la hace peligrosa e inaccesible, de ahí la necesidad de argumentarla, describirla, analizarla, interpretarla y destruirla en nuestros códigos personales, en nuestra memoria colectiva, en nuestro acervo mental.

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